miércoles, 27 de octubre de 2010

Fumar te da fiebre y añoranza

Te extrañé la otra noche y aún te extraño hoy. Te extrañé cuando estaba tirado en el piso del cuarto de alguna amiga, afiebrado, viendo el mundo a través de fotografías que se escapaban a mi memoria. En esos momentos todos reíamos, por supuesto tú no estabas, pero nos conoces a todos, me conoces a mí, a mis curiosidades literarias y a mi extraña manera de satisfacerlas.

Como dije estaba tirado, tenía escalofríos, pero todos seguíamos riendo mientras un chico intentaba ponerme una silla encima, una silla sentada sobre mí, una paradoja. Después me defendia de una chica que tirada a mi lado me jalaba el cabello, en algún momento roce sus manos, y tal vez fue en ese momento que te extrañé, me patearon la cabeza para verificar si dormía o seguía despierto me quitaron la sabana que me envolvía y luego seguí pensándote.

El humo me mareo un poco más, luego no recuerdo nada, solo que me desperté a las tres de la madrugada envuelto en una frazada, con la boca y la garganta completamente seca. Una amiga apareció aún bajo los efectos de aquella noche. Me dio agua y su laptop, hablamos sobre ti un momento y luego me preguntó cómo había llegado ahí. Reímos un buen rato y estuvimos a punto de fumar la hierba que había sobrado esa noche y de otra noche anterior, 60 soles de hierba es mucho, me convenció que era mejor dejarlo para otra reunión. A la hora su laptop quedó sin batería ella se fue a su cama y yo volví a mi piso.

A las siete de la mañana de algún domingo un pequeño ser caminaba por Lima, sobrio, recuperado de su curiosidad literaria. Esa mañana había un pequeño ser que pensaba en ti en lo que sintió aquella noche cuando deseó que estuvieras a su lado tirado en el cuarto de alguna amiga viendo como todos reían gobernados por el tetrahidrocannabinol (THC) o, simplemente, hierba.

No hay comentarios: